Esto es un asalto (1)

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1

    -¿Qué vamos a decir?

    -No chingues, Ramírez, lo típico: Esto es un asalto.

    -Ugh, típico que siempre quieres decir lo típico.

    -¿Y qué quieres que diga?

    -No sé, lo que quieras.

    -Pues les estoy avisando que los voy a asaltar.

    -Ahora resulta que te preocupas por la gente.

    -Eso vale madre, no quiero que alguien se infarte porque la ambul--

    -Shh, viene alguien...

    -...

    -...

    -Creo que ya.

    -Más quedito. ¿La ambulancia qué?

    -La ambulancia llega en chinga y nos pueden torcer.

    -Ahora resulta que no queremos hacer daño a la gente.

    -Solo les quiero quitar su dinero, Ramírez.

    -¿Para donarlo a Cáritas?

    -... No.

    -En lugar de comprarle algo a tu morrita con ese varo.

    -¿Qué quieres que te compre?

    -Podrías comprarte un par de huevos.

    -Que TE compre.

    -No sé, lo que quieras.


2

En la puerta de la tienda estaba el mensaje muy claro: "USO OBLIGATORIO DE CUBRE BOCAS", y la gente que estaba adentro de la tienda sintió un gran alivio cuando la cajera negó la entrada a una pareja que quiso entrar con la mitad de sus caras desnudas, sin la más mínima nota de pudor.

    Sin embargo, la protección de la cajera no calmó los ánimos de la gente, puesto que la pareja seguía ahí fuera. ¿Qué querrían? ¿Por qué no se iban a sus casas? Como dijo el otro: Pero, ¿qué necesidad?

    -Mija -le dijo un anciano a la cajera-, márcale a la policía, porque con estos niños no puede uno sentirse seguro. En mis tiempos eran otras cosas. Todo esto era pura terracería, nomás estaba la tienda esta del señor Treviño, ¿te acuerdas?

    La cajera no entendió la mitad del comentario del anciano, pero atendió a la mitad sensata con un argumento sólido, irrebatible: No van a entrar sin cubre bocas.

    -Tú solo márcales antes de que--


3

-¡Arriba las manos! ¡Esto es un asalto!

-¡Ándele, abuelo! ¡Ya oyó!

-¿Qué?

-¡Que esto es un asalto!

-Ya les dije que no pueden entrar sin cubre bocas.

-¿No escuchaste, cajerita? ¡Esto es un asalto! Pongan el dinero en esta bolsa si no quieren que esta reina les dispare.

-¿Quién nos va a disparar?

-¿Está sordo, anciano?

-No, estoy viejito, ya me falta la escucha. También traigo un dolor aquí bien gacho en la espalda.

-Apúntale al anciano, reina.

-Yo no tengo la pistola, rey...

-¿Qué? ¿Quién la tiene?

-Pues tú, ¿no?

-Yo no tengo nada; acuérdate que me dan miedo.

-Se me hace que tú deberías ser la reina.

-¿Se van a poner el cubre bocas o los voy a sacar otra vez?

-Ya háblale a la policía, mija.

-...

-...

-...

-¡Rápido, rey, piensa en algo!

-...

-...

-¡Tenemos Covid!

-...

-Reina...

-... ¡Ya lo escucharon! ¿Quieren que los contagiemos?

-¿Qué síntomas traen? A mi yerno le duele la panza.

-Somos asintomáticos, anciano.

-No inventen. ¿Traen prueba?

-Usted no se meta, señora. Órale, metan todo en la bolsa: celulares, cartera, llaves, todo.

-Lo de la caja ponlo en bolsa aparte, cajerita.

-...

-Y dame unos Benson mentolados.

-Dijiste que ya no ibas a fumar, reina...

-Es la última, rey, te lo prometo.

-...

-Me da el estrés por andar haciendo estas cosas...

-... ¿No vas a poner tus cosas anciano?

-No tienen Covid, son puro cuento ustedes.

-Rey, tósele en la cara al abuelo.

-...

-¡Agh! ¿¡Qué te pasa!?

-¿Alguien más aparte del anciano?

-Faltan esas personas de poner sus cosas, rey.

-¿Van a poner sus cosas o les toso en la cara?

-...

-...

-¿No falta nadie, reina?

-No, pero ayúdame con la bolsa, está bien pesada.

-¿¡Qué voy a hacer?!

-Yo que sé, abuelo; hágase la prueba.

-A la otra solo haga caso, anciano.

-Rey....

-...

-...

-¿Están todos bien?

-Te dije que le hablaras a la policía, mija.


4

La gente permaneció adentro de la tienda hasta que la camioneta de la policía llegó. De ella se bajaron dos hombres enmascarados. Uno de ellos estaba cerca de lograr una figura esférica perfecta, mientras que el otro era esbelto y se veía en forma.

    -Bueno, bueno -dijo este último abriendo la puerta de la tienda-, ¿qué pasó aquí?

    La gente ignoró la pregunta, puesto que estaban atentos viendo cómo la cajera le cedía su silla al anciano atacado; pero los policías no se percataron, puesto que esto sucedía detrás de la caja.

    -¿Alguien que me responda? -repitió el oficial.

    El silencio imperó. La gente esperaba que la cajera, máxima autoridad de la tienda, atendiera a los oficiales, pero ella se encontraba ayudando al inconsolable anciano.

    -Ya ni porque somos la Police, gordito, ¿cómo la ves?

    El oficial apenas tomaba innecesario aire para responder a su impaciente colega, pero la cajera logró interrumpir la interacción: Nos asaltaron, oficial, eso pasó.

    -Sí, mirreina -dijo el esférico oficial-, pero necesitamos los nombres de los asaltantes, su número de celular, dirección, CURP, una copia del pasaporte y tres fotos tamaño infantil; si es a color, mejor.

    -No tuve tiempo de pedirles esos datos, oficial... ¿?

    -López, mirreina; y este es el Güicho-- un pequeño golpe en el inflado costado del oficial López ayudó a corregir el error que cometía-, quiero decir, este es el oficial Villagómez.

    Se hizo una pausa como si la máxima autoridad todavía fuera la cajera.

    -Como le decía, oficial López, no me dio tiempo de pedirles esos datos, solo entraron y emp--

    -Ah, es que ahí 'ta la bronca, mirreina. ¿Cómo vamos a saber quién se robó los chocolates estos que dices?

    -Nos asaltaron, oficial, no se robaron chocolates.

    -Para fines prácticos de la ley, es lo mismo.

    La palabra "ley" pudo haber tenido un efecto protector sobre la gente, pero dado el contexto y el emisor, el esfuerzo fue en vano. La cajera, por otro lado, exhaló de su cuerpo la impotencia y trató por otro camino, un poco más apto para las cualidades del oficial.

    -Les puedo contar lo ocurrido.

    -A ver, díganos -contestó el oficial López mientras cimentaba sus piernas como pilares para sostener semejante coloso; Güicho, o el oficial Villagómez, parecía maniquí desde que su compañero tomó el control.

    -¿Va a anotar algo, oficial? Aquí tengo lápiz y papel, por si necesita.

    -No te apures, mirreina, tengo una memoria de miedo -dijo el oficial López apaciguando a la cajera, para después dar media vuelta y susurrarle a su colega-. Recuérdame mañana pasarme por un kilito de barbacoa.


5

    -¿A qué se refiere con que le tosió en la cara?

    El anciano seguía inconsolable detrás de la caja. Repasar la situación le asestó otro golpe a su vetusto espíritu.

    -Así como lo oyes, mijo. Se me acercó, me bajó el cubre bocas y me tosió directito en la cara: me usó como a un arma.

    Una que otra lágrima llena de compasión fue echada al escuchar al anciano: para él la moneda estaba bajo la tierra, cubierta por una capa de concreto, marcada por una lápida y rodeada de gente vestida de negro; para la otra gente la moneda seguía al aire.

    -Yo quiero declarar oficial -dijo una voz mientras se acercaba a los oficiales, quienes, a su vez, retrocedían discretamente hacia la puerta.

    -Con-n gusto, s-señora -titubeó el oficial López-, so-solo permítanos tantito aquí adentro; no salgan.

    Los oficiales salieron de la tienda con dirección a su camioneta. El oficial Villagómez miraba a un efusivo oficial López que hablaba al aparato que colgaba cerca de su hombro.

    La gente que estaba dentro de la tienda quiso acercarse a ver qué estaba haciendo este par de... oficiales, pero se vio impedida por un ruido que provino de detrás de la caja.

    -¡Señor! ¡Señor! -gritó la cajera- ¡Rápido, traigan agua!

    Mientras la gente se aglomeraba cerca de la caja para apoyar al anciano caído, un ruido estrepitoso y metálico captó su atención: venía de la puerta.

    -Listo, Güicho, con eso amarra.

    La cajera dejó al anciano en manos de la señora y se acercó la puerta, en donde encontró una cadena con un candado a lo largo de las jaladeras de la puerta.

    -¿¡Qué es esto!? -preguntó ella con agitación.

    -Quedan ustedes en cuatren--, cuanren--

    -Cuarentena.

   -Gracias, Güicho. Quedan ustedes en cua ren te na por exponerse en una evidente zona de contagio -concluyó el oficial López.

    -¿¡Nos están encerrando a nosotros!?

    -Si ya saben cómo está la cosa, ¿a qué vienen a exponerse?

   La gente comenzó a acercarse a la puerta para comprobar que la situación en la que se encontraban fuera real.

    -Entiéndanos, Señito -dijo un oficial López seguro de cumplir con lo que la moral y la ética dictan-, es cuestión de seguridad nacional.

    -Pero... pero...

    -Además, están encerrados en una tienda donde tienen pa' comer y pa' tomar. Qué conveniente, ¿a poco no?

    El oficial López señaló con los ojos a un señor que, vio la cajera, abría ya una lata de cerveza.

    -Nada que agradecer -sentenció.

6

    -Ramírez, tienes que admitir que hemos marcado una tendencia.

    -No quisiera.

    -Ay, par favar...

    -Pero no he dejado de ver en televisión y en el periódico la "nueva forma de asaltar". Lo admito: marcamos tendencia.

    -¿Ah, sí?

    -Al parecer hemos inspirado a mucha gente a usar un arma incombatible.

    -Ves, Ramírez, pura chingonada tú y yo. ¿Qué más quieres de mí?

    -Podrías decirme "amor" o "linda" o algo diferente y no "Ramírez", como si fuera uno de tus amigotes.

    -...

    -...

    -¿Cómo quieres que te diga?

    -No sé, como quieras.

    -¿Ya vas a empezar?

    -¿A qué?

    -Nada, olvídalo...

    -¿A dónde vas?

    -A acostarme un rato, me siento cansado.

    -Bueno...

    -Por cierto, fui a la carnicería.

    -¿Y no me trajiste chicharrón?

    -Claro, amor, te lo dejé en la cocina. ¿No lo viste?

    -No, ni lo olí.

    -Qué raro; pero ahí está para que lo pruebes.

    -...

    -¿Ni con eso te contentas?

    -No, no, no es eso, es que...

    -¿Qué?

    -No sabe a nada.

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