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Esta vez sí que me van a odiar. Pero, por favor, no lo hagan.
Y es que la comida mexicana realmente es maravillosa. No conozco ningún otro país en el que, en una mañana de cruda, jaqueca y reparto de mentadas de madre, puedas ir a la esquina, recargarte sobre la barra de un "carrito", y decir "5 de barbacoa... en aretito, compa" como solución a todos tus problemas.
Ni empecemos a hablar del menudo, chilaquiles, tortas, tamales, flautas, enchiladas, pozole, mole, sopes, gorditas, y tantos otros platillos de nuestra deliciosísima gastronomía mexicana, que bien merecidamente se ha ganado su lugar en el corazón del mundo entero, incluidos aquellos pelafustanes de la UNESCO, que de seguro no leen este mugroso blog.
Evidentemente no es cuestionable la sabrosura de este blog, ni de los platillos mexicanos en general; sino el valor nutricional que realmente aportan. Precisamente de eso hablaré hoy aunque me gane el rechazo de mis fans; aunque yo me rechace a mí mismo; aunque para cenar me zumbe unas campechanitas bien buenas.
La comida mexicana ha sido expuesta a un proceso de conversión sumamente drástico, debido, en un origen, a los gachupines (relax, no les pediré que se disculpen @AMLO); actualmente, gracias a las diferentes regiones que existen en el país, a los países con los que colindan, globalización, y muchos etcéteras.
Sin embargo, aun con tanta diversidad, se observa que predomina el consumo de tortillas, harinas, y las cosas fritas, dejando completamente de lado las verduras, las frutas, insectos, proteína vegetal, y cualquier alimento que sea menos procesado que el pan del osito ese que quitaron a la chingada (y qué bueno que lo quitaron). Ni hablemos de las bebidas, que lo único saludable que puedes tomar casi casi es agua.
Considero que esta predominancia se debe a que es más fácil producir y vender alimentos y bebidas procesadas (tanto del lado de la materia prima como del lado del proceso) que vender alimentos y bebidas más saludables.
Tranquila, racita, no voy a hablarles de lo obvio. Pretendo ir un poco más allá, espero lograrlo (favor de confirmar).
Lo interesante de esta dominancia es encontrar el porqué es así, y les comparto mi teoría.
Los alimentos y bebidas procesadas contienen varios ingredientes que hacen que se desarrolle una adicción brutal a este tipo de productos. Uno de ellos es el azúcar, poderosísima droga que se consume sin mucha consciencia al respecto; otro el glutamato monosódico, el cual es conocido por causar un impulso a seguir comiendo porque sientes que la comida sabe muy bien; el último que mencionaré es grotesco (por favor aléjense de él a toda costa), que es el jarabe de maíz de alta fructosa, un edulcorante (azúcar) sintético sumamente dañino y se encuentra en muchos productos que consumimos regularmente.
Bueno, Werito, ¿y qué tiene que ver esto con la comida mexicana?
Ahí está la papita.
Como les decía del consumo de harinas, muchas de estas son refinadas, lo cual significa que se procesan de manera que puede durar más en el anaquel de la tienda (porque capitalismo). A su vez, este procesamiento se realiza a través de aditivos, químicos y demás venenos altamente adictivos que elevan los niveles de glucosa en la sangre, provocando la diabetes tipo 2.
Los 3 ingredientes que mencioné anteriormente son muy populares en los alimentos y bebidas procesadas (extiendo una cordial invitación a que lean el etiquetado de los productos que van a consumir). Estos, generalmente, son producidos en gran escala, por lo que existe mucha cantidad, y si hay muchos, son más baratos.
Por otro lado, los alimentos y bebidas que aportan un valor más nutritivo requieren menos procesamiento artificial, se produce en menores cantidades, y el proceso de producción es más tardado. Todos estos factores contribuyen a que tengan precios elevados y que solo un sector privilegiado de la sociedad pueda consumirlos (y falta que quieran).
Sigo sin ver que hables de la comida mexicana.
A'i boinas.
La mayoría de los platillos que mencioné arriba son harinas o tortillas fritas (tortas, enchiladas, flautas, chilaquiles, tortas, sopes, gorditas), con guisos (fritos), lácteos (altísimos en azúcar y químicos), y escasos de verduras (si acaso la única porción es salsa, cilantro, y/o cebolla). Además de los snacks mexicanos que consisten básicamente en frituras y refrescos.
Con base en lo que escribí arriba, más el dato de que más de la mitad del país vive en pobreza, tenemos un país que solo le alcanza para comer lo más pinche, procesado, enfermizo, y que, a medida que pasa el tiempo, vale más en peso que el Peso.
¿Qué opinas tú acerca de la dieta mexicana? ¿Cómo podríamos cambiar la dieta mexicana a una más saludable? Si aún quieres dirigirme la palabra, ¡contáctame por correo o déjame tu comentario en el blog!
Nos leemos pronto.
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