“El amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de lo que amamos”.
Cuando estaba en secundaria, recuerdo que nos llevaron a una conferencia en la UDEM. La verdad no me acuerdo quién era el ponente ni de que se trataba la conferencia, pero me acuerdo mucho de unas palabras que se quedaron en mi mente desde entonces y eran: “No siempre se puede hacer lo que se ama, pero siempre puedes amar lo que haces”.
Mantengan esta frase en su cabeza.
Erich Fromm, autor del libro “El arte de amar”, menciona que la esencia del amor es trabajar por algo y hacerlo crecer. El amor y el trabajo son inseparables. Esto quiere decir que se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por lo que se ama.
Este libro me encanta porque se enfoca en tomar conciencia de que, como su nombre lo dice, el amor es un arte, y como en cualquier arte hay que trabajar en él.
¿A qué quiero llegar con esto?
A que esa frase que me dijeron desde que estaba en secundaria, y que ha permanecido en mi mente, nos dice que amar es cuestión de deseo. Que si vivimos o no en la ciudad que queremos, que si tenemos o no el puesto que queremos, se trata de ser felices con las cosas que ya tenemos.
Todos aquí cubrimos todas nuestras necesidades básicas, muchos de nosotros incluso con más de lo requerido. Por lo tanto, se puede decir que nosotros podemos amar, amar todo lo que hacemos, amar al prójimo, amar todo lo que nos rodea y esto es solo cuestión de decisión.
¿Qué tal si mejor nos enfocamos en empezar a amar todo eso que ya tenemos?
¿Cuántos de nosotros no hemos idealizado o idealizaron antes de estar con sus respectivas parejas, cómo se querían sentir, cómo querían que su pareja los hiciera sentir? ¿Cuántos pensaron en su pareja como alguien que los ame mucho, que los valore, o que los consienta? Pero alguien de ustedes alguna vez ha pensado “¿quiero amar mucho a mi pareja? ¿Quiero siempre respetar a mi pareja? ¿Quiero estar siempre para mi pareja?”
Hay un concepto en economía al que se le llama “la ley de utilidad decreciente.” Esta ley establece que el consumo de un bien proporciona menor utilidad adicional cuanto más se consuma. Por ejemplo, si yo tengo mucha sed y compro una soda, como tengo mucha sed mi utilidad va a ser muy grande, de 10. Pero a la segunda coca ya no voy a tener tanta soda y solo me va a generar una utilidad de 3, pero si me tomo otra soda quizá ya me va a empachar y en vez de darme beneficio me va afectar.
Pero, como toda ley, siempre se puede romper, y en palabras de mi profesor hay una cosa, tan especial, que sin importar cuanto lo hagas, siempre te brindará utilidad: dar.
Ustedes saben que no hay receta secreta para la felicidad, pero si nos enfocamos en el amor que vamos a dar, les aseguro que nunca dejarán de sentirse bien, ergo, serán más felices. Y cito una vez más a Erich Fromm: “Me aman porque amo, y no amo porque me aman”.
Cuando estaba en secundaria, recuerdo que nos llevaron a una conferencia en la UDEM. La verdad no me acuerdo quién era el ponente ni de que se trataba la conferencia, pero me acuerdo mucho de unas palabras que se quedaron en mi mente desde entonces y eran: “No siempre se puede hacer lo que se ama, pero siempre puedes amar lo que haces”.
Mantengan esta frase en su cabeza.
Erich Fromm, autor del libro “El arte de amar”, menciona que la esencia del amor es trabajar por algo y hacerlo crecer. El amor y el trabajo son inseparables. Esto quiere decir que se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por lo que se ama.
Este libro me encanta porque se enfoca en tomar conciencia de que, como su nombre lo dice, el amor es un arte, y como en cualquier arte hay que trabajar en él.
¿A qué quiero llegar con esto?
A que esa frase que me dijeron desde que estaba en secundaria, y que ha permanecido en mi mente, nos dice que amar es cuestión de deseo. Que si vivimos o no en la ciudad que queremos, que si tenemos o no el puesto que queremos, se trata de ser felices con las cosas que ya tenemos.
Todos aquí cubrimos todas nuestras necesidades básicas, muchos de nosotros incluso con más de lo requerido. Por lo tanto, se puede decir que nosotros podemos amar, amar todo lo que hacemos, amar al prójimo, amar todo lo que nos rodea y esto es solo cuestión de decisión.
¿Qué tal si mejor nos enfocamos en empezar a amar todo eso que ya tenemos?
¿Cuántos de nosotros no hemos idealizado o idealizaron antes de estar con sus respectivas parejas, cómo se querían sentir, cómo querían que su pareja los hiciera sentir? ¿Cuántos pensaron en su pareja como alguien que los ame mucho, que los valore, o que los consienta? Pero alguien de ustedes alguna vez ha pensado “¿quiero amar mucho a mi pareja? ¿Quiero siempre respetar a mi pareja? ¿Quiero estar siempre para mi pareja?”
Hay un concepto en economía al que se le llama “la ley de utilidad decreciente.” Esta ley establece que el consumo de un bien proporciona menor utilidad adicional cuanto más se consuma. Por ejemplo, si yo tengo mucha sed y compro una soda, como tengo mucha sed mi utilidad va a ser muy grande, de 10. Pero a la segunda coca ya no voy a tener tanta soda y solo me va a generar una utilidad de 3, pero si me tomo otra soda quizá ya me va a empachar y en vez de darme beneficio me va afectar.
Pero, como toda ley, siempre se puede romper, y en palabras de mi profesor hay una cosa, tan especial, que sin importar cuanto lo hagas, siempre te brindará utilidad: dar.
Ustedes saben que no hay receta secreta para la felicidad, pero si nos enfocamos en el amor que vamos a dar, les aseguro que nunca dejarán de sentirse bien, ergo, serán más felices. Y cito una vez más a Erich Fromm: “Me aman porque amo, y no amo porque me aman”.
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