La anciana más fuerte del mundo

Yo no sé si sea tradición regia, sampetrina, o de adinerados, pero acá en Monterrey es muy común eso de que te regalen dólares el día de tu cumpleaños. Aunque no tengas visa, aunque no te interese ir al gabacho, aunque no necesites dólares, te los regalan para que quede claro que te dieron un detallito, y alivien la consciencia de que no te conocen lo suficiente como para saber qué regalarte. Entonces, no es sorpresa que hoy, en mi cumpleaños, veo un pequeño sobre encima de la mesa de la cocina que dice dios te bendiga, y, al abrirlo, encuentro veinte dólares, confundido de si son un regalo por mi cumpleaños o por la bendición de dios.
Ese día mi abuela estaba en casa, aunque de esto ella no estaba segura, su Alzheimer la engañaba frecuentemente y raramente lograba dar con la información adecuada. Pedro, Jesús, Gilberto, Alejandra, Marisol, Soy Paquito, abuelita, Como te llames, quiero chocolate, y pregúntate cómo decirle que no a una anciana con semejante humor. El reto era saber si de verdad no se acordaba o se entregaba a su público con sus frases risibles. Para mí sería más preocupante la primera cuestión, puesto que, viniendo de una anciana de 80 años, talentos para hacer reír a la gente no escasean entre ese gremio.
Además de su querencia por el chocolate, la mujer siempre buscaba dinero, y tenía, además del de hacernos reír, el talento para encontrarlo. Claro estaba que lo buscaba para luego perderlo, y no por alguna avaricia que haya consumido a la octogenaria, puesto que esta cualidad no era parte de su repertorio de talentos. Dado que el regalo es un sobre pequeño, y que forma parte de la rutina anual de mi cumpleaños, no lo tengo muy presente a lo largo del día, y asumo que lo guardé por aquí o por allá, sin importar realmente su paradero, ya lo encontraría después. Dicho esto, no es sorpresa saber que ella encontró el sobre encima de la mesa y lo tomó como si dios la hubiese bendecido a ella, y yo, olvidado, tanto de nombre como de cumpleaños.
Era hora de llevar a mi abuela a su casa, me pidieron que la subiera a la camioneta, y al estar ya sentada me dice, como contándome un secreto, Mira lo que me encontré, y me enseña el sobre, la bendición de dios, Abuelita, pero ese es mío, es mi regalo de cumpleaños, Tú no cumples años, Claro, a eso viniste a la casa, y ese sobre me lo regaló mi tía, No es cierto, me lo regaló a mí, Tú eres la que no cumple años, abuelita, Sí, hoy sí cumplo y me lo regaló a mí, No, me lo regaló a mí, son veinte dólares, siempre me los regala, Pues ahora no te los regaló a ti, sino a mí, Abuelita, dámelo, y estiré la mano intentando quitarle el sobre, el cual pesqué levemente y la mujer respondió con un arrebato lleno de una fuerza tremenda, casi se le zafa el brazo a la anciana, Es mío, ya te dije, Claro que no, dije riéndome, es mío, Ya te dije que es mío, y me frunció el ceño como a punto de embestirme, me preocupé y luego pensé en el contraataque de una anciana. Volví a intentar quitárselo y me dejó agarrarlo. Tonto yo que no vi la trampa en la que caí cuando me tiró una mordida que me dejó la dentadura marcada, Abuelita, qué te pasa, pregunté ya serio, Pues no me quites mis cosas, Pero es mío, y volví a agarrar el sobre con fuerza y se lo arrebaté, lo que me costó un tremendo pellizco.
Mi mamá, quien la llevaría a su casa, no se había percatado de lo que había pasado, así que cuando la veo le platico de mi abuela, su mordida, y su pellizco, como confesándola, ella se ríe, mi mamá, y le pregunta a mi abuela el motivo de tales hostilidades, y responde con un Pues Pedro me quitó mi regalo de cumpleaños, Mamá, tú no cumples años, él sí, y no es Pedro, es Paco, Como se llame, él me quitó mi sobre, dile que me lo dé, No le voy a decir que te lo dé porque es de él, Bueno, hagan lo que quieran, pero a mí llévenme a mi casa, remató mi abuelita. Mi mamá cierra la puerta de la camioneta y se le ve una risa preocupada, mientras que mi abuela voltea a verme, se me queda viendo fijamente, y, poco a poco, una sonrisa se apodera de ella y me lo hace saber. La anciana más fuerte del mundo iba camino a su casa, y nadie lo sabría.

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